No me gusta mi trabajo, ni la empresa, ni el ambiente laboral, ni la cultura, ni la manera de hacer las cosas, y por supuesto, tampoco soporto a mi jefe, pero actualmente no tengo otra opción y con la que está cayendo fuera, mucho menos.

Sabiendo que me tengo que quedar, porque entre mis opciones, es la menos mala, ¿qué puedo hacer? ¿Cómo puedo gestionar la vuelta a un trabajo que no me gusta después de las vacaciones?

Te aseguro que esta situación es mucho más común de lo que crees. Como coach experta en facilitar procesos de reinvención profesional y personal, imagínate, es mi día a día. Tal y como está montada nuestra sociedad, todos tenemos que trabajar, pero no son tantas las personas que tienen la suerte de hacerlo en lo que les gusta o están bastante satisfechas profesionalmente hablando.

De hecho, muchas se sienten atrapadas en sus trabajos debido a múltiples circunstancias y a corto plazo no pueden tomar la que probablemente sería la decisión más saludable, dejarlo.

Las vacaciones suponen un espacio de descanso y bienestar necesario para todos, tanto para los que disfrutan más o menos con lo que hacen como para los que no.

Pero el regreso no es el mismo en todos los casos.

En este post quiero hablaros en general de lo que supone la vuelta de vacaciones y en particular ofrecer algunas recomendaciones a las personas que regresan a un trabajo que no les gusta y del que, de momento, no pueden marcharse, planteándose continuamente la pregunta ¿Cómo gestionar la vuelta a un trabajo que no me gusta después de las vacaciones?

La importancia de la AUTOMOTIVACIÓN para recuperar las ganas de volver al trabajo después de las vacaciones

Fíjate en la palabra Motivación. En ella se encierra su significado: es aquello que nos mueve a la acción, el motor que nos pone en funcionamiento, tanto en el terreno personal como en el laboral.

Sin embargo, tenemos la tendencia a pensar que la motivación nos tiene que llegar desde fuera y yo siempre reflexiono: Alguien puede motivarte pero ¿puede conseguir que tú te motives sin tu decisión de hacerlo?

Y a partir de ahí, la automotivación se sitúa como una de las principales competencias intrapersonales, una fuente de poder a la que podemos recurrir en cualquier situación.

Cuando vuelvas de vacaciones, esa puede ser una de tus principales herramientas. Puede que muchos de los aspectos de tu trabajo no te gusten pero quizás si consigues conectar con una o con varias de tus motivaciones, lograrás recargar tus pilas y recuperarás las ganas de ir cada día.

¿Qué te motiva?

Según la psicología, existen varios tipos de motivaciones (intrínseca, extrínseca, positiva, negativa, personal, secundaria, centrada en el ego o en la tarea). Te dejo un artículo muy interesante sobre ello en el blog de Psicología-Online.com

Si nos fijamos en uno de los autores que habla sobre ello, Abraham Maslow y su pirámide de las necesidades, las motivaciones serían el impulso que nos llevan a cubrir esas necesidades y de ese modo, podrías analizar cuáles son las tuyas.

  1. El salario a fin de mes, que paga tus facturas, cubre tus necesidades básicas, y te permite tener una estabilidad financiera, algo que valoras por encima de otras cosas.
  2. Es la seguridad que te ofrece el hecho de tener un trabajo, al margen de que te guste o no, porque necesitas esa sensación de saber qué hacer cada mañana.
  3. Ese trabajo cubre tus necesidades sociales, ya que aunque el trabajo no te guste, disfrutas con tus compañeros, con el ambiente laboral, con las reuniones, los encuentros a la salida del trabajo, las relaciones interpersonales que se han creado en torno a ello.
  4. Te sientes apreciado, valorado. A lo mejor pones más el foco en que lo que haces tiene un valor.
  5. Aprendes cada día con lo que haces. Disfrutas con el dinamismo, se te pasa el tiempo volando, etc.

Encontrar algo que te guste de tu trabajo y poner en ello el foco, te ayudará a recuperar esas ganas de volver.

Síndrome postvacacional

Pero no nos vamos a engañar. También es muy normal que pasemos unos días con una sensación de pérdida y nuestra amiga la tristeza se apodere de nosotros al volver de vacaciones.

Después de unos días de desconexión, relajación, libertad de horarios, ausencia de disciplina, bienestar, playa, chiringuitos, pueblo, volver a la rutina, no parece que sea el plan más agradable.

El síndrome postvacacional está muy relacionado con el grado de satisfacción que tenemos en el trabajo y presenta un cuadro de ansiedad y tristeza a la hora de volver.

Tranquilos, que es bastante normal y suele durar sólo un par de semanas y si se prolonga, entonces, a lo mejor necesitas un pelín de ayuda de un psicólogo o también de un coach.

Pero para adaptarse lo antes posible, comparto contigo algunas recomendaciones.

  • Escúchate, Obsérvate y acepta tus emociones

Es normal lo que te ocurre porque se trata de una vuelta a una rutina que supone mayor esfuerzo, concentración, dedicación, etc. Permite a tus emociones que se expresen y pasados unos días, su intensidad se reducirá.

Piensa que tienes la libertad de elegir cómo te quieres sentir y que tú y sólo tú tienes el poder sobre tus emociones. Cuanto antes aceptes la nueva situación y menos resistencia opongas, más entrenarás tu capacidad de adaptación a los cambios, más flexible te harás, y menos sufrirás.

  • Conecta con todo lo bueno que tiene la vuelta

Se trata de que pongas el foco en aquellas cosas que te gustan de tu rutina. Además, piensa que esa rutina y el orden son necesarios para recobrar el equilibrio emocional.

En este punto te vuelvo a hablar de las motivaciones, ya que esa es la mayor fuente de energía.

  • Puede que tengas que tomar decisiones

Si los síntomas del síndrome persisten: irritabilidad, ansiedad, insomnio, nerviosismo, etc, a lo mejor ha llegado el momento de que te hagas responsable de tu situación y tengas que tomar una decisión.

No siempre se puede, ya lo sé, pero hay ocasiones en las que sólo depende de ti, de que te atrevas a enfrentarte con lo que ya sabías desde hace tiempo, dejar tu trabajo.

Ojo, no te estoy diciendo que te vayas con una mano delante y la otra detrás. Existen maneras de hacerlo sin que tengas que perderlo todo, pero piensa en tu salud mental y si eres capaz de continuar como hasta ahora, poniéndola en peligro. Si necesitas orientación en este sentido, puedes contactar conmigo y estaré encantada de escucharte y ayudarte.

  • ¿Qué depende de ti y que no?

Son dos preguntas aparentemente muy sencillas pero con un gran trasfondo.

Te pongo un ejemplo. Si identificas que lo que más te da pereza de volver a tu trabajo es la relación algo tóxica con un compañero o compañera, hazte esta pregunta, ¿puedes hacer algo al respecto? Si hay algo que depende de ti, por ejemplo, tener una conversación para limar asperezas, hazlo, y si no depende de ti, si nada puedes hacer, entonces, ¿por qué permitir que te afecte?

Al volver al trabajo, piensa en aquellas cosas que puedes solucionar y que facilitarían tu día a día y en las que no, simplemente, acéptalas y aprende a gestionar el modo en el que te afectan.

  • Ofrécete pequeños placeres

Encuentra un momento al día para hacer algo que te guste, sigue haciendo planes de fin de semana, haz una lista de pequeños placeres y comprométete contigo a irlos disfrutando.

De ese modo tu cerebro asociará también la posibilidad de divertirse con el tiempo dedicado al trabajo y la próxima vez la vuelta no será tan dura.

Y para las personas que no tienen otra opción que volver a un trabajo que no les gusta, ¿Qué pueden hacer para llevarlo mejor, para gestionar mejor ese regreso?

Te dejo algunas sugerencias que a lo mejor pueden ayudarte a sobre llevarlo.

  • ¿Creencias limitantes?

Pregúntate en primer lugar si es absolutamente cierto que no hay otra opción o es una conclusión fruto de una creencia limitante

No pretendo cuestionarte. Obviamente existen tantas situaciones vitales como personas pero por eso mismo y en parte, como consecuencia de mi experiencia haciendo procesos de coaching con personas, te diré que, en algunas ocasiones, la persona se siente tan bloqueada que piensa que no tiene otra salida que esa y al indagar un poco, resulta que se da cuenta de que ese pensamiento es consecuencia de creencias limitantes del tipo:

  • “Si dejo este trabajo no voy a encontrar otro”
  • “A mi edad ya nadie me va a querer contratar”
  • “Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”
  • “No se hacer otra cosa y sólo sirvo para esto”

Cuidado con este tipo de creencias, ya que no somos conscientes de que las tenemos pero sentimos y nos comportamos en relación a ellas. Somos sus esclavos.

  • Fuera generalizaciones

Si no tienes otra opción que seguir trabajando en ese lugar, intenta objetivar evitando las generalizaciones.

Me explico. Me encuentro con personas que me dicen que “TODO” en su trabajo va fatal y que no hay “NADA” que les guste, que su jefe es insufrible, que “SIEMPRE” le trata fatal, que “TODOS LOS DÍAS” hay problemas y que el ambiente es lo “PEOR”.

Y resulta que cuando empezamos a desgranar la situación con ejemplos que ilustren estas frases, lo que le va fatal en su trabajo es que no le marcan las directrices y tiene que sacarse las castañas del fuego por su cuenta; que lo que no le gusta de su trabajo son unas funciones nuevas que le han asignado; que su jefe tiene mal carácter no sólo con él o ella; y que no todos los días existen problemas.

Lo que quiero decir es que cuando aíslas los problemas, también consigues minimizar su impacto en tu mente y de ese modo, se incrementan tu poder de maniobra.

  • Círculo de preocupación y círculo de influencia

Me encanta esta herramienta que utilizo muchísimo en mis procesos de coaching. No es mía. La aprendí del profesor Steven Covey y a raíz de leerme el maravilloso libro “El hombre en busca del sentido” del psiquiatra austriaco Víktor Frankl y que siempre recomiendo (te invito a leer el post que escribí titulado 10 libros que me han acompañado y ayudado para cambiar mi vida a los 40)

El profesor Covey nos invita a que reflexionemos sobre aquellas cosas que nos inquietan y coloquemos todas ellas dentro de un círculo que llama “El círculo de preocupación”. A partir de ahí, y una a una, nos pide que las recorramos y nos hagamos la pregunta: En esto que me preocupa ¿Qué puedo hacer yo? ¿Qué depende de mi? ¿Cuál es mi grado de influencia?

A partir de ahí, vamos completando el otro círculo, el círculo de influencia, más pequeño pero mucho más poderoso, ya que nos ofrece la posibilidad de actuar ante lo que podemos y nos anima a encontrar las opciones, las puertas, las salidas.

Gracias a este ejercicio, podrás vaciar tu mente de preocupaciones que no dependen de ti y entrenarás tu pensamiento positivo al incrementar tu poder de maniobra en lo que sí depende de ti. Y eso te liberará muchísimo.

  • Autoconocimiento, autoestima, autogestión emocional.

Hace tiempo escribí un post en este blog titulado ¿Cómo aumentar la confianza y la seguridad en uno mismo? y te invito a leerlo.

Entre otras cosas, comentaba y siempre comento que en mi opinión, por mi conocimiento sobre desarrollo personal y por mi experiencia propia, la clave y la llave de tu gestión emocional, está en tu autoconocimiento, en tu capacidad para hacer consciente lo inconsciente, en saber cómo piensas, cómo sientes, cómo te comportas, cómo reaccionas, qué te mueve, qué valoras, cuáles son tus principales creencias.

Te aseguro que se trata de uno de los viajes más apasionantes que yo misma inicié hace más de 20 años y del que ya no me he bajado, gracias a todo los descubrimientos que he realizado en mi camino y que sin duda, me han servido y me sirven para tener un mayor y mejor control de mí y de mis emociones.

En definitiva, lo que consigues gracias al autoconocimiento es a saber cuáles son las llaves de tus puertas y compuertas, y desde ahí llega la aceptación de lo que quieres mantener y la decisión de mejorar o cambiar lo que te gusta menos.

Pero además, te otorga el gran regalo de coger las riendas de tu propia vida y de decidir cómo te quieres sentir con lo que ocurre a tu alrededor. Ese es, te diría, el verdadero SUPER PODER.

Cuando no te queda otra opción que quedarte en el trabajo que estás, lo mejor es aprender a lidiar con lo que ocurre a tu alrededor, con aquello que no puedes modificar, para conseguir, como mínimo, que te afecte lo menos posible.

  • Autocrítica y entrenamiento proactivo

Quizás acabas de leer algo que no te gusta pero también es un buen ejercicio, te lo aseguro.

Detestas todo lo que tiene que ver con tu trabajo pero ¿podrías verificar que tú tienes la mejor actitud, que no te estás victimizando aunque sea un poquito, que has puesto todo y más de tu parte?

En ocasiones, algunas personas se instalan en la queja, en el victimismo, y desde ahí, no sólo disminuye su poder de maniobra, sino también influye en su autoestima, que cada vez se hace más pequeña.

No todo el mundo es capaz de hacer autocrítica y reconocer que a lo mejor, en esa desidia y desinterés, ellos también tienen algo que ver.

  • ¿Qué tiene de bueno?

Hazte esta pregunta porque entrenarás tu pensamiento positivo a través de poner el foco en lo bueno y no en lo malo o lo negativo.

No se trata sólo de que veas lo que tiene de bueno el trabajo en sí, sino aquellas cosas que consigues y que son buenas para ti a raíz de tener ese trabajo: Estabilidad laboral, financiera, tiempo libre, vacaciones para desconectar….

  • Gestión de tu tiempo y nuevos objetivos

Si partimos de la base de que ahora, en estos momentos no puedes cambiar tu trabajo, a lo mejor sí que puedes ir haciendo cambios en tu vida que te lleven a poder hacerlo algún día.

¿Puedes gestionar mejor tu tiempo para sacar horas y poder formarte y reciclarte en algo que te gusta, o para conocer personas haciendo crecer tu red de contactos, o para mejorar tu perfil profesional y ponerte manos a la obra con la búsqueda de empleo?

  • Cambia tus pensamientos

Otras personas lo han hecho, yo soy una de ellas. ¿Por qué no pensar que llegará el día en el que puedas cambiar de trabajo o cambiar tu vida a partir de los 40 o de la edad que tengas?

Requiere un esfuerzo pensar en positivo y esto ocurre porque ya de entrada, los seres humanos estamos diseñados para tener pensamientos negativos, por una cuestión de pura supervivencia.

¡Qué fácil decirlo y qué difícil hacerlo! Me dirás. Pues claro que lo es, pero merece la pena, aunque no sea más que porque decidas cuidar tu salud mental y tu sistema inmunológico.

Aprender a relativizar, rebajando nuestros sesgos, generalizaciones, abriendo la mente y cambiando la perspectiva, tomando decisiones, queriéndonos un poco más y exigiéndonos un poco menos, aceptando sin resignarse, requiere, como otras muchas cosas, entrenamiento, esfuerzo y mucha valentía.

No te rindas…

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