Gracias a un cliente que estaba realizando un proceso de coaching para el desarrollo profesional, el otro día me di cuenta de que era preciso que os hablara en mi blog especializado en reinvención profesional y personal, en definitiva, en cambios de vida, del momento intermedio que se sitúa entre dos etapas vitales, una que ha finalizado y otra que comienza.

De hecho, me puse a reflexionar sobre ello y vi claro que la propia acción de cambiar sucede precisamente en esa etapa intermedia, la de la transición.

Fijaos, la RAE define transición como la acción y el efecto de pasar de un modo de ser o estar a otro distinto pero también lo entendemos como el proceso interno a través del cual, las personas experimentan los cambios que les hacen falta hacer para cerrar unas puertas dejando atrás el pasado y enfocarse en abrir las de su futuro.

Investigando sobre ello, encontré a William Bridges, que en 1991 realiza uno de los trabajos más importantes sobre la gestión del cambio titulado Managint Transitions orientado a ayudar a las personas a lidiar con estas etapas de miedo e incertidumbre, haciendo que trabajen en su autoconfianza.

Te confieso que no me he leído el libro porque no lo conocía, aunque ya lo tengo en el listado de los que me leeré en cuanto pueda.

Sin embargo, encontré mucha información y reseñas sobre él.

Me sorprendió encontrarme con algunas de las ideas principales que aparecen en dicho libro y comprobar que una de ellas destaca precisamente la distinción entre cambio y transición.

Bridges entiende el cambio como una alteración de las circunstancias y transición como el proceso psicológico que te lleva a la aceptación, después de haber realizado las acciones necesarias, como consecuencia de cambiar conductas, hábitos, comportamientos, estructuras mentales.

Expone un modelo de transición en el que define tres etapas fundamentales, con las que estoy absolutamente de acuerdo por haberlas experimentado y verlo cada día con personas a las que acompaño.

Creo que entender estas etapas facilita nuestro propio entendimiento y desde ahí, desde la comprensión, como siempre digo, resulta más sencillo fluir hacia lo que viene, sanando lo que dejamos atrás.

PRIMERA FASE. La del punto y final, la de la pérdida.

Paradójicamente, una transición comienza por el final de una etapa y termina por el principio de otra.

Al margen de que ese final lo hayamos decidido nosotros o nos hayamos visto obligados a hacerlo, se trata de una fase muy convulsa a nivel emocional.

Se parece mucho, de hecho a las primeras fases del duelo, donde conviven la negación, la incredulidad, la tristeza, el desamparo, la incertidumbre, la frustración o la desorientación.

Te diría que uno de los mayores enemigos de esta fase son las prisas por estar bien, por olvidar lo ocurrido, por recomponernos y salir adelante. A veces, creemos incluso que negar el dolor aliviará el que lo sintamos y cerramos cicatrices en falso.

No es fácil, pero es necesario entrenar la paciencia, entendiendo que es lo que toca, transitar precisamente por esas emociones y dejar que se expresen para que no se enquisten.

SEGUNDA FASE o zona neutral de la transición.

Bridges apunta a que se trata de una fase llena de confusión y de caos porque se está tratando de soltar y dejar atrás para seguir adelante, pero con muchas dudas y miedos.

Yo añado que para mi esta fase navega entre la esperanza y el escepticismo, entre la ilusión y el miedo al cambio.

Es una fase llena de preguntas, de cuestionamientos, de sensación de pérdida de identidad, de emocionalidad ciclotímica con episodios de euforia y energía, combinados con otros de pesimismo, desidia y mucha ansiedad.

Aquí es fundamental entrenar la atención plena en el presente, en el aquí y el ahora, con técnicas como el mindfulness, la toma de conciencia de lo que nos está sucediendo, la autorregulación.

TERCERA FASE o nuevo comienzo.

Marcada por la palabra mágica de cualquier proceso de transición, que no es otra que la ACEPTACIÓN.

La reconciliación con el pasado a través de los aprendizajes recogidos, marcará en parte el inicio de la nueva etapa.

Mucho más sosegados y serenos, los bloqueos empiezan a desaparecer o al menos a distanciarse en el tiempo.

Ahora son otras las emociones que afloran: la ilusión, la esperanza, la imaginación.

Al rebajarse el miedo, nuestra creatividad vuelve a salir de casa a lucir modelitos de la nueva temporada y desde ahí, nos sentimos mucho más seguros y capaces de afrontar y enfrentar lo que nos venga.

Mucha tela que cortar, lo se. ¿Fácil o difícil? Dependerá mucho de cómo estés tú y de cómo decidas que quieres estar.

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